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Con gran afecto te doy la mas grata bienvenida a este, tu espacio virtual.



Quiero que sepas que este blog está dedicado a todos las personas que deseen amunentar su autoestima y que quieran tener un poco de claridad sobre la importancia de él como persona.



Aquí encontrarás historias que te ayudaran a crecer en lo personal y en todos los ambitos de tu vida y lograras verte como pieza fundamental en la sociedad, entendiendo poco a poco a través de historias, videos y hermosos testimonios la gran importancia que tienes TÚ para Dios, para el mundo y sobre todo para ti mismo.



Espero que disfrutes y aproveches este blog, al máximo. Recuerda que tus comentarios y sugerencias son muy importante para todos, así que no temas ni dudes en compartir un poco de lo que piensas con respecto a los temas que trataremos con todas las personas.



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MIS BOTICAS DE HULE
Juan Carlos Villalobos Madrid

Las experiencias de vida, son una gran fuente de aprendizaje; fuente que puede ilustrarnos sobre temas a los que no prestamos atención, quizás por descuido o porque los sentimos ajenos a nuestro ser.

Voy a contarles una historia, que se basa en una vivencia muy especial para mí, y a través de la cual deseo que analicemos la importancia del cuidado que debemos tener en lo referente a las señalizaciones de transito y de las consecuencias de las omisiones de estas. La historia se titula: MIS BOTICAS DE HULE.

En realidad no recuerdo si las pedí o si fue simplemente un regalo de papá, solo sé que las usaba a diario entre los 5 y 7 años, que eran color azul turquí y que de todos los zapatos que he tenido, eran los más valientes, pues no le temían al agua, ni a la tierra, tampoco al barro, se reían del calor, del frío y lo más importante, protegían con tenacidad mis pies; de igual forma, asumo que versátiles como estos, ninguno, porque combinaban con mi color de piel, cabello, estatura y con toda mi ropa, los hallaba cómodos y aunque me quedaban algo grandes, para mí calzaban perfecto. Nada como mis boticas de hule, aquellas que me daban superpoderes, a las que les encantaba caminar, pero que desafortunadamente no sabían correr.

Recuerdo especialmente el viernes 14 de marzo de 1997, ese día en que mi madre decidió que no la acompañaría como lo hacía habitualmente; a reunirse con sus compañeras de estudio, pues estaban preparando la tesis de grado de una licenciatura que adelantaban, y mis travesuras las hacían perder hojas, tinta y tiempo, pues lo reconozco, yo era algo inquieto o como diría mi mamá: -pesado-. Como no pude acompañarla, mi tía Nuvia, fue a buscarme para que pasara el día con ella y con mi primo de dos años de edad; yo me vestí y como de costumbre me coloqué mis espectaculares botas.

Próximos a su casa, esperábamos para cruzar la carretera, frente a un colegio, cuando mi tía me soltó un momento para acomodar en sus brazos a su hijo, ella se sintió segura pues había una señal de disminución de velocidad por ser zona escolar y el semáforo estaba en rojo, en ese lapso que en realidad fue corto, con la grandeza, valor y los “superpoderes” que me brindaban mis boticas, me aventuré a cruzar la autopista, pero como ya había mencionado, ellas no sabían correr, así que se me enredaron los pies e inmediatamente una camioneta que se pasó el semáforo en rojo, me golpeó fuertemente, haciendo que mi débil cuerpo rodara varios metros sobre el pavimento.

Vislumbro la aglomeración típica de la gente ante un accidente. El grito de una mujer diciendo: -¡Ay, lo mató!-, la rápida reacción del conductor del vehículo quien nos llevo a la Policlínica de San Fernando; a mi pobre tía que en su desesperación me tocaba suavemente las mejillas para que no perdiera la conciencia y le rogaba entre sollozos a Dios para que no me muriera, la eficaz atención que me brindaron en ese puesto de salud y especialmente evoco la nobleza de la enfermera que intentaba convencerme para que me dejara tomar las radiografías, diciendo: - Son unas fotitos, juro que no te va a doler- y mi respuesta constante: -Ponme una curita y ya por favor-.

Sé que mientras me atendían la noticia se divulgó entre la familia y amigos cercanos, hasta llegar a los oídos de María Cristina (una de las compañeras de estudio de mi mamá) quien inmediatamente se acercó a ella y con la sutileza que ameritaba la situación le comentó lo sucedido. Tomaron un taxi y luego de recorrer cuatro clínicas diferentes, mi desesperada madre me encontró, tenía moretones, hematomas, raspaduras y mis boticas puestas, pero ella a pesar de lo maltrecho que me encontró, cayó de rodillas ante la camilla y le dio gracias a Dios porque su niño estaba vivo.

No olvido las palabras de mi papá cuando llegó en la noche a la casa, le dijeron lo que pasó y me vio acostado en la cama tan frágil y maltratado: - ¿Por qué no me pasó esto a mi?-, tampoco el doloroso pero rico proceso de recuperación, que no fue con curitas como en mi inocencia pretendía, sino con alcohol e isodine, aunque también gelatinas, frutas, papitas a la francesa con salsa de tomate, mucha atención personalizada y mis boticas. A partir de lo ocurrido me percate de que mis botitas no me daban superpoderes y que mirar la carretera para ambos lados antes de cruzarla, no me quitaba lo valiente; no me enojé con ellas, porque aunque su único defecto casi me causa la muerte, jamás me abandonaron, de hecho cuando a los siete años ya no me quedaban, me oponía a deshacerme de ellas; cambie de opinión cuando comprendí que a mí no me servían de mucho y que en mi memoria quedarían las experiencias que vivimos juntos y decidí que alguien con menor edad que yo, podría disfrutar de su compañía y de su servicio, porque era los mejores zapatos del mundo, su único defecto es... Que ellas no sabían correr.

La anterior historia nos muestra el accidente que un niño de 5 años de edad sufre, la angustia y dolor de sus familiares y el trauma físico del accidentado; esta es una historia con un final feliz, pero no todas son así, pues muchos casos similares como este que afectan también a jóvenes, adultos y ancianos, terminan en una trágica muerte. Por la imprudencia de un conductor que no respetó las señales de tránsito, casi muere un niño de 5 años, pero por estas mismas imprudencias, sumadas a las de personas que manejan en esta do de embriaguez, mueren muchas personas a diario en el mundo.

Este es un mensaje de concientización, para que todas las personas se percaten de la importancia de las señalizaciones de tránsito, pues el respeto a estas es sinónimo de respeto con la sociedad, respeto y valor de a nuestra vida como personas y puede representar la diferencia entre la vida y la muerte.

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